10 septiembre, 2012

¿Qué le faltó al Matamoroson?

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Mucho de lo que necesita un buen evento: organización y divulgación. Eso le faltó al Festival Matamoroson este 2012. El primero repercutió en el segundo, y ambos en algo primordial: la poca asistencia de bailadores a los espectáculos en una fiesta hecha esencialmente para ellos.

La fiesta del son apenas se sintió en Santiago de Cuba. Más allá de los momentos oficiales como entregas de distinciones, homenajes a agrupaciones y figuras, los amantes del son y todas sus tendencias no conocieron que en diferentes espacios de nuestra ciudad se presentaban algunas de sus agrupaciones favoritas, y por tanto, no supieron a dónde ir para verlas.

A ello se suma lo que pudiéramos denominar accesibilidad. Lugares como el Salón de los Grandes de la Casa de la Trova, el Salón del Son, el Café Cantante del Complejo Cultural Heredia y la Casa de la Música, devenidos en subsedes del evento y escenarios en las noches de orquestas participantes, exigían su habitual cuota solo para entrar. Cuántos entonces no se habrán limitado de disfrutar del Festival. Sin comentarios. 
Quedaba entonces el área de la ciudad deportiva, con un precio de entrada mucho más asequible, pero que sufrió también el síndrome de la insuficiente divulgación. Pocos conocían de los conciertos de cada noche allí con importantes orquestas como Anacaona, Adalberto Álvarez y su son, el Septeto Santiaguero, la Original de Manzanillo, entre otros. 

Por si fuera poco la noche santiaguera del fin de semana desvió atenciones. Tal vez dejarle por esta ocasión todo el protagonismo al Festival, o insertar en ella los conciertos de cierre, hubieran sido mejores ideas en vez de poner a competir algo habitual para los santiagueros, como son estas fiestas populares, con un evento que ocurre anualmente y que en esta ocasión, careció de divulgación.

Así transcurrió el Matamoroson este 2012, con momentos muy importantes como la declaración del son como patrimonio cultural de la nación, la serenata a la Virgen en el santuario del Cobre y la entrega de la condición de hijos ilustres de Santiago de Cuba a Frank Fernández y Adalberto Álvarez, pero con poca participación popular. 

Entonces, quizás no sea tan arriesgado decir que esta vez no fue tal la fiesta del son. Ojalá la próxima celebración de soneros y bailadores sí merezca ese calificativa.

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