No me
perdono haber desaparecido justo cuando era necesario estar. Sandy llegó y arrasó. No dio tiempo a
previsiones, ni siquiera a temores adelantados. Solo cuando nos vimos bajo
aquella marea de tejas, cristales, ramas, piedras, polvo, agua… solo entonces
rogamos, pedimos, incluso lloramos.
Hoy Santiago
de Cuba no es la misma. Aunque ya no es la ciudad triste y gris de los días siguientes
al huracán, tampoco están los colores de antes. Bueno, de ese antes hay en verdad
muy poco.
Casi hará un
mes de la catástrofe el próximo 25 de noviembre. Habrán sido los 30 días más
largos para los santiagueros, eso nadie lo duda, como tampoco nadie puede dudar
que desde aquella fatídica madrugada de octubre, ya ninguno de nosotros somos
los mismos.