¿Cómo refleja
la radio cubana la música que se hace hoy en nuestro país? ¿Se divulga la obra
de nuestros mejores artistas o se prioriza aquella que piden los oyentes, aún
cuando carecen de determinados valores? Las preguntas movieron los debates de
la cuarta edición del Festival Félix B. Caignet que sesionó durante dos días en
Santiago de Cuba.
El panel,
que inicialmente comenzó como una simple y plana exposición de ideas, se tornó
interesante cuando el público, siempre variado y espontáneo, tomó el
protagonismo del intercambio.
Estaban allí
importantes figuras de la cultura santiaguera y cubana, realizadores destacados
de radio y televisión, músicos de nuestra ciudad, y otros afines y cercanos a
los medios, pero todos con un criterio listo para ser defendido.
Se empezó,
tal vez, de forma errada: un recuento de los últimos 20 años de la música en la
radio cubana no tiene que detenerse en cuestiones como si es lo mismo timba que
salsa, o peor aún, pretender hablar sobre el asunto sin tocar, primero, la
realidad cubana en ese período.
Por suerte,
mientras algunos culparon a la radio de ser la responsable del detrimento de la
calidad musical, (pensando en el llevado y traído reggaetón) otros reconocieron
que había que abrir puertas y dejar pasar a los nuevos, pues solo así vendría
el enriquecimiento.
Y es que,
cada vez se repite con más fuerza la fórmula de triunfar fuera para luego entrar en tu propia casa. Mientras
escuchaba a todos me preguntaba entonces: ¿A cuántos jóvenes artistas no se les
promociona en la radio por todavía no tener un disco grabado con calidad o con
una disquera estatal? ¿Habría que esperar entonces a que la disquera los
contrate para luego radiarlos? ¿Acaso no será mejor hacer como antes: que las
empresas de grabaciones se auxilien de la radio en busca de nuevos talentos?
Entonces empezaban
otros cuestionamientos, como por ejemplo, el lugar que ocupa hoy la radio en la
vida del cubano, o por qué analizar si la radio es responsable de fisuras en la
música cubana, en vez de atender a quienes hacen la obra, a los cantantes, a
los supuestos artistas, que son en definitiva, la raíz del asunto. ¿Será que
todo es una evasiva para entender la llamada crisis de valores en la sociedad
cubana actual?
El
intercambio subió la temperatura, se puso bueno, como diría cualquiera aquí,
sobre todo porque tuvo lo que es requisito indispensable en estos asuntos: el
que se altera, al que hay que mandar a callar y sentarse, el que habló sin
dejar terminar al otro, el que se tomó el asunto personal, y muy importante, el
que sabe que esos debates no nos llevarán a ningún lugar, o bueno, por lo menos
a uno que no es del agrado de muchos, y entonces anunció que había que
merendar, porque se acababa el tiempo y en la tarde todavía teníamos que seguir
el evento. Pues sí, que al final el debate -lo mejor del Félix B. Caignet- fue
el aperitivo que hubo que dejar a medias.